“Hay tres cosas extremadamente duras: el acero, los diamantes y el conocerse a uno mismo”. – Benjamin Franklin

Había una vez en un lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un jardín esplendoroso con árboles de todo tipo: manzanos, perales, naranjos, grandes rosales... Todo era alegría en el jardín y todos estaban muy satisfechos y felices.

 ¿Todos? ¡Todos no! Había un árbol que se sentía profundamente triste. Se sentía muy triste porque él no daba ningún fruto…

 -No sé quién soy... -se lamentaba-.

 -Te falta concentración... -le decía el manzano- Si realmente lo intentas podrás dar unas manzanas buenísimas. ¿Ves qué fácil es? Mira mis ramas, ¡están llenas de manzanas!

 -No le escuches. -exigía el rosal- Es más fácil dar rosas. ¿Ves cuántas tengo yo? ¡¡Mira qué bonitas son!!

 Desesperado, el árbol intentaba todo lo que le sugerían. Pero como no conseguía ser como los demás, cada día se sentía más frustrado.

Un día llegó hasta el jardín la más sabia de todas las aves: el búho. Éste al ver lo triste que estaba el árbol le preguntó què le pasaba y el árbol desesperado le contó su tremendo problema.

El búho, que le había escuchado con mucha atención, exclamó:

 -No te preocupes. Tu problema no es tan grave. Tu problema es el mismo que el de muchísimos seres sobre la Tierra. No dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas. tú mismo. Conócete y sé tal como eres. Para conseguir esto, escucha tu voz interior.

 -¿Mi voz interior?... ¿Ser yo mismo?... ¿Conocerme?... -se preguntaba el árbol angustiado y desesperado-. Y eso, ¿¡Cómo se hace!?

 Después de un tiempo de desconcierto y confusión, se puso a meditar sobre las palabras del búho y, un día, llego a comprender. Cerró los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar en su interior una voz susurrándole:

"Tú nunca en la vida darás manzanas porque no eres un manzano. Tampoco florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Tú eres un roble. Tu destino es crecer grande y majestuoso, dar nido a las aves, sombra a los viajeros, y belleza al paisaje. Esto es quién eres. ¡Sé quién eres!

Poco a poco el árbol fue ganando confianza y se fue sintiendo cada vez más fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser lo que en el fondo era. Pronto ocupó su espacio y fue admirado y respetado por todos.

Ahora sí. Todo era alegría en el jardín. Cada mañana, cada cual, celebraba su propósito en la vida.

Cuento

Imagen de Nicoletta Ceccoli
Celebra la vida


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