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Mostrando entradas de octubre, 2007

La decisión

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Decidiste iniciar el viaje. Pusiste en la valija las cosas necesarias abandonaste tu casa y te refugiaste en la búsqueda de aquello que así lo crees justificará tu vida. -------- Recuerda siempre el motivo de la marcha lo harás a cada paso y con despierto entusiasmo porque un camino consciente es libertad en cambio un camino emotivo es esclavitud y un camino mecánico es sólo estupidez. Has decidido buscar y debes estar atento: muchas oportunidades de encontrar la vía se pierden por exceso de arrogancia por falta de estima por falta de avidez o por indiferencia. -------- Además, buscar algo implica conocer aquello que estás buscando y para ir hacia algún lugar debes tener algún lugar adonde ir. --------- Sé sincero: ¿Tú sabes adónde vas? Lo sepas o no recuerda que eres tú quién decidió caminar no sea que mañana lamentes haber emprendido la marcha y acuses a la vida por no haber encontrado la vida que buscabas. Fue la sospecha de otra realidad lo que te alejó de tu viejo mundo. Allí, e

¿Nostalgia?

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¡Rinnnnnnggggg! ¡Rinnnnngggg! El teléfono me ha despertado. Me levanto cual sonámbula y en sueños contesto. Cuelgo y vuelvo a la cama y entonces despierto. Amanece un día gris pero, amanece que no es poco . El cielo encapotado amenaza con descargar sobre mí toda su furia contenida. No me dejo intimidar. Preparo café mientras miro por la ventana y observo como, poco a poco, el patio sucio y mojado, lleno de hojas color berenjena, comienza a cambiar. El día gris da paso a un sol radiante y la plaza solitaria se llena de las risas de los niños... Con 38 de fiebre leí mi primer libro gordo, “Pinocho”. Un día soñé que era la “princesa de tus sueños” y me regalaste un reino. Corrí tras el conejo y me adentré en su madriguera y en el país de las maravillas tomé el frasco que decía “Bébeme”. A veces regreso al país de Nunca Jamás para sentirme Eternamente Siempre. Oigo al zorro decir “Sólo se conoce bien las cosas que se domestican” y, me dejo domesticar y me expongo a llorar un poco... y, me

La habitación de al lado

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Se oían murmullos. Todos mis miedos estaban allí, en aquel velatorio. Todos, excepto uno. Era gris, metálico. Su rostro no tenía expresión. Y allí estaba yo; paralizada, espectadora de aquel horrible renacer. El pavor me había atado los pies y, cuando vi caminar hacia mí a aquel monstruo de acero, pensé morir para nunca renacer. Más el instinto de supervivencia fue más fuerte que yo y me enfrenté a él. Visto y no visto. De un empujón lo metí en aquel cuarto donde estaban mis miedos. Cerré con fuerza la puerta y huí. Comencé a correr cual alma que lleva el diablo. Corría y corría, intentando alejarme lo más rápidamente posible de tanto horror. De pronto, escuché a la soledad que me llamaba y sin parar de correr giré el rostro... pero no me detuve. Mi carrera había comenzado y no parecía tener fin. Los gritos de "aquella señora" que quería proteger mi abatimiento mientras corría tras de mí, se hicieron insistentes e inaguantables, así que me detuve. Con la respiración entrec

"Algo pasa con... ¿mery?"

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Podemos engañar a los hombres, pero no a nuestra conciencia...